jueves, 21 de diciembre de 2006

Salvar vidas no tiene precio alguno

El artículo primero de los derechos humanos es una máxima que todos interiorizamos inconscientemente. Mas si es verdad que siempre nos quejamos de la ausencia de valores éticos de los demás, todavía somos incapaces de mirar dentro de nosotros y reflexionar sobre nuestra actitud hacia la vida. ¿Soy realmente libre para decidir lo que quiero o sigo siendo la misma marioneta que se deja influenciar por las circunstancias externas? ¿Me valoro como persona humana y solidaria; o sólo cuando me interesa? Las preguntas que existen son infinitas y la importancia de las mismas es menor que la de sus respuestas. Realmente todo tiene sentido si queremos que haya sentido.

¿Supone tanto esfuerzo ayudar a los demás o simplemente somos así por naturaleza?. Pienso que cada día que vivimos debemos mejorarnos como personas solidarias comprometidas por su mundo y por el mantenimiento de los seres vivos. La solidaridad, aunque parezca repetitivo, es cuestión de cada uno de nosotros. El éxito o el fracaso dependerá exclusivamente de nuestra acción y de nuestra buena voluntad. Existen, no miles, sino millones de razones para que seamos personas fraternas y colaboremos en la ayuda al prójimo. Sin embargo, estamos preocupados por otras cosas menos importantes y más superficiales. Cuando nos encontramos en vía de maduración es cuando encontramos la verdadera felicidad y el sentido de la vida. Siendo maduros intelectualmente podemos ser libres. Siendo libres podemos ser buenas personas y ayudar a la gente que lo necesita.

Nos deberíamos sentor verdaderamente satisfechos y moralmente felices el hecho de dar a los demás. Por lo menos, podemos tener una actitud y pensamiento positivista acerca del problema. ¿Y qué problema existe en el mundo?. Hay muchos, pero la importancia de dar preferencias se hace inevitable. Estamos demasiado pendiente de nuestros subjetivos problemas, muchas veces, nada graves si los comparamos con los ajenos. Lo ajeno debería ser signo de respeto y eso todavía no lo entendemos. Quiero decir que lo que les pase a los demás también nos importa y, al final, nos repercute. Hay muchas teorías acerca de la defensa de estas afirmaciones, todas ellas muy válidas y coherentes. ¿Quién sabe, quizás algún día caigamos en la cuenta de la gran verdad que contaba una pequeña minoría de gente?. Quizas justo antes de morir.